¿A quién beneficia el esfuerzo? ¿Al
individuo o a la sociedad? Esta es quizás la pregunta que deberíamos de
hacernos para comprender por qué el valor del esfuerzo está cada vez más
desprestigiado en nuestra cultura. Y se ponen por encima de él otros como la solidaridad,
el altruismo, la empatía o el comprender a los demás. Valores que en último
término van en contra del individuo y a favor de la sociedad. El valor del esfuerzo,
empero, beneficia exclusivamente al individuo que se esfuerza. En ese sentido
puede o no puede, como subproducto, beneficiar a la sociedad. Y es por eso,
porque es un valor individual, que beneficia al individuo, porque es un valor
egoísta, por lo que ha sido despreciado.
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