lunes, 18 de abril de 2011

Justicia Ciega

 Dicen que la justicia es ciega. También dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Yo no se si la justicia española será ciega o no, pero si lo es no es por justa, desde luego, sino por falta de voluntad. Los que si que son ciegos son los jueces españoles: ciegos, sordos y retrasados. Y digo retrasados porque sus acciones sólo se explican desde la corrupción o desde la falta de inteligencia. Ya que no tengo pruebas para acusarles de lo primero no me queda más remedio que pensar lo segundo.
 Desde que en la Grecia clásica hace su aparición el concepto de “Justicia” caracterizado como Dyké, éste ha significado, con más o menos variaciones, algo así como “dar a cada uno lo que le corresponde” -así lo define Aristóteles- y se ha opuesto a la Hybris, a la mezcla o al hecho de que algo ocupe una posición que no es su lugar natural. Si hubiera que seguir esta definición de Justicia habría que concluir que los jueces españoles no son justos, no sólo por sus decisiones, sino sobre todo porque ocupan un lugar que no les corresponde –deberían estar unos en la escuela y otros en la cárcel- y además están plagados de hybris desde el momento en que en ellos se mezclan intereses políticos, económicos o simplemente personales; todos, menos los que deberían de tener, que son los relacionados con hacer justicia.
 Evidentemente esto viene a cuento del inminente procesamiento –y más que previsible condena- del juez Garzón por investigar el entramado corrupto conocido como “Gürtel”, en el cual están implicados, entre otros, altos cargos del Partido Popular. Yo ya dije en su momento que la imputación y posterior separación del señor Garzón de la carrera judicial no tenía en realidad nada que ver con su intención de investigar los crímenes del franquismo. Aunque es evidente que existen en nuestro país importantes grupos políticos y de presión que jamás van a permitir una investigación de este tipo, el acoso a Baltasar Garzón no tiene tanto que ver con una trama de ultraderecha como con los intereses de los diferentes encausados por corrupción política. La prueba de ello es que el primer supuesto delito por el que el señor Garzón va a ser sentado en el banquillo de los acusados no es el que –según nuestros jueces- cometió al pretender investigar el genocidio de Franco, sino el que se produjo cuando ordenó una supuestas escuchas supuestamente ilegales a los abogados de los cabecillas de la red Gürtel. Lo más sangrante del caso, y lo que han recogido la gran mayoría de los medios internacionales y unos pocos españoles, es que al juez se le va a juzgar antes que a los acusados –lo que supone una depreciación de una resolución condenatoria para los mismos, en el extraño caso de que ésta se produjera y que mientras tanto ocupan sus lugares en las listas electorales del PP para seguir robando a su gusto-, en contra del criterio de la fiscalía, y cuando todas las instituciones jurídicas internacionales alaban su trabajo, se le ha ofrecido un puesto de asesor en el Tribunal Penal Internacional, las organizaciones de Derechos Humanos no paran de hacerle homenajes y el presiente de Colombia recientemente ha pedido su ayuda para combatir el terrorismo. Insisto, los jueces españoles deben ser ciegos y sordos. Y a todo esto el Gobierno, que tiene un Ministerio de Justicia se supone que para algo, permanece impasible, seguramente por no enfrentarse al PP, como casi siempre. Sólo porque el señor Garzón hizo su trabajo.
 Si este fuera un caso aislado, aunque extremadamente grave, podría considerarse que es una cuestión que afecta tan sólo a unos cuantos jueces –los que componen el Tribunal Supremo- y que el resto está libre de toda culpa y es consciente de sus obligaciones para con la Justicia. Pero no es así. Estamos hartos de ver y oír –porque nosotros no somos ciegos ni sordos- sentencias y decisiones judiciales que ponen los pelos de punta y le llevan a uno a preguntarse si no nos estarán tomando el pelo. Ahí está la juez Cillán erre que erre con el 11-M, que si primero fue el ácido bórico ahora se pretende imputar al jefe de los TEDAX que investigaron la masacre. Y actúa sobre un caso juzgado y condenado, que si eso no es prevaricación yo ya no se muy bien lo que es. O ese otro juez que ha despachado con absoluciones y condenas mínimas a unos cuantos abogados que blanqueaban dinero procedente del narcotráfico –y aún se extrañan de que España sea el paraíso de todas las mafias habidas y por haber-. O esos otros jueces que un día si y otro también ponen en la calle a los agresores y asesinos de mujeres –aunque les hayan dado setenta puñaladas, téngase en cuenta que para ellos eso no ensañamiento- pasándose la Ley de Violencia de Género por el forro de la toga.
 La Justicia es ciega, si, pero visto lo visto más le valdría abrir un poco los ojos.

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