miércoles, 20 de abril de 2011

Manifestándose

 Hacer una procesión atea es una majadería. Y eso lo saben los organizadores de la que se había convocado en Madrid para Jueves Santo y que la Delegada del Gobierno (es decir, el propio Gobierno) ha prohibido. Lo que está en la mente de los convocantes de dicho acto no es tanto el hecho de procesionar ateamente por las calles de Madrid, sino reivindicar la calle como espacio público de todos y para todos. Esa calle que en estos días se convierte en propiedad exclusiva del fanatismo y la superstición. También sabían los promotores del heterodoxo evento que se lo iban a prohibir. Esa era su segunda intención: sacar a la luz que España es un país aconfesional sólo en la letra (ni siquiera en el espíritu) de la Constitución y que todavía existen poderes fácticos y grupos de presión que contaminan las decisiones del gobierno y el pensamiento social. Incluso hay una juez de Madrid que ha admitido a trámite una querella contra los ateos que pretendían manifestarse en un día tan señalado, supongo que por blasfemia, por hacer mofa de la religión o vaya usted a saber por qué delito sacado de algún códice de la Edad Media. Lo que ha quedado claro es que la calle, si ya no es de Fraga, si que es de los católicos retrógrados y fundamentalistas.
 Ya he dicho que una procesión atea es una majadería. Y el caso no pasaría de ser una simple anécdota más o menos chistosa si no fuera porque actualmente ese mismo Gobierno que la prohíbe está permitiendo que unas cuantas docenas de energúmenos y energúmenas se concentren diariamente frente a las clínicas que practican abortos, dando berridos y profiriendo insultos contra todos los que se encuentran dentro de dichas clínicas y utilizando todo tipo de elementos sonoros. Por si a alguien no se le ha pasado por la cabeza una clínica que practica abortos es como cualquier otra clínica, donde hay mujeres convalecientes que necesitan descanso y un personal sanitario que exige la máxima concentración para realizar su trabajo, cosas ambas harto difíciles con la barahúnda que se organiza día tras día y noche tras noche ante sus puertas gracias a la pasividad de la Administración. A lo que se ve, estas mujeres y este personal sanitario no son dignos de respeto, ese respeto que si se exige para unas creencias religiosas. Parece ser que en este país tan democrático, liberal e ilustrado aún no nos hemos enterado que las ideas y las creencias no son respetables y que lo único que es digno de un respeto “sagrado” son las personas. En todo caso, lo que estos dos hechos representan es el miedo del Gobierno ante una institución como la Iglesia Católica.
 Y hablando de manifestaciones, grupos de presión y debilidad del Gobierno, éste se debería replantear su política de autorizar o no manifestaciones viendo lo que ocurrió en la última convocada por la AVT. No nos cansaremos de decir que las víctimas del terrorismo deben ser objeto de la máxima consideración –como cualquier otra víctima: una mujer maltratada o un albañil muerto en el tajo-. Y deben ser objeto de la máxima consideración en tanto en cuanto son víctimas. Pero cuando dejan de serlo para convertirse en portavoces de una determinada ideología, cuando utilizan un acto que supuestamente tiene como objeto reivindicar sus derechos como víctimas y lo convierten en un acto político muy determinado, cuando exhiben banderas y símbolos anticonstitucionales y lanzan consignas que nos retrotraen a los tiempos más oscuros de nuestro pasado reciente, entonces han dejado de ser víctimas; moralmente han hecho dejación de sus derechos y se han convertido en un grupo de presión política que además no acepta las reglas del juego democrático y pretende sustituir un gobierno elegido por los ciudadanos apelando a ese papel como víctimas al que voluntariamente han renunciado.
 Si hay algo que debería quedar claro en un estado democrático y de derecho es el papel que cada ciudadano tiene asignado en la sociedad. Una organización de víctimas, como una confesión religiosa o un club deportivo, es una organización cívica, que como tal puede recomendar o exigir al poder político que tome en consideración cuestiones que le afectan en tanto en cuanto organización cívica y el poder político tiene la obligación, como poder político, de escucharlas y atenderlas. Pero lo que no se puede consentir es que una organización de este tipo mantenga secuestrado al poder político, le chantajee y pretenda ser ella la que tome decisiones de carácter político que no le corresponden.
 Pero a lo que yo en realidad iba es a que apoyo la idea de la majadería de la procesión atea. A ver si así consigo que me excomulguen de una santa vez.

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