lunes, 23 de julio de 2012

Querer no es poder

Una prueba de que los tiempos han cambiado que es una barbaridad y de la importancia que la psicología del bienestar ha adquirido en nuestras vidas, es la insistencia en utilizar el pensamiento positivo para superar todo tipo de crisis, tanto personales como colectivas, de salud como económicas. Qué diferencia con la actitud de los viejos estoicos o de nuestros poetas y pensadores del siglo XVII, que consideraban las crisis como efectos necesarios de la Naturaleza y centraban la virtud en su conocimiento. Lo cual, bien mirado, no deja de ser otro tipo de pensamiento positivo –por qué preocuparse si nada se puede hacer- menos consolador, quizás, pero más realista. Por muy moderno que parezca el llamado “pensamiento positivo” y muy antiguas que se nos antojen las posturas estoicas, la realidad es que aquél es mucho más viejo que éstas, al menos en sus principios de actuación. Si al algo se parece es a la magia simpática, la primera manifestación religiosa que adopta la humanidad –y es que, también, el pensamiento positivo tiene mucho de religión- según la cual determinadas potencias humanas podrían influir en el curso de la realidad, haciendo que ésta se adaptara a los deseos o las necesidades del individuo o del grupo social. El pensamiento positivo no es más que eso: pensar que el mero deseo de que algo ocurra de una determinada forma va a hacer que, efectivamente, algo ocurra de una determinada forma. El pensamiento positivo muestra así su verdadero rostro: una ocultación o un falseamiento de la realidad, una negación de ésta, lo que saca a la luz su base ideológica.
 Tradicionalmente el pensamiento positivo se ha identificado con el adaggio “querer es poder”. El caso es que querer no es poder. La pura voluntad no puede provocar cambios en la realidad –que es ajena a ésta y tan sólo puede ser comprendida y en ese sentido dominada por la Razón- y creerlo así a lo que conduce, más que a cualquier otra cosa, es a un cúmulo de frustraciones que lo que consiguen es lo contrario de lo que se pretende: hacer que la vida del individuo o de la sociedad sea aún más desgraciada. El pensamiento positivo se presenta así, no sólo como la negación ya citada de la realidad, sino como la negación de sí mismo. Este pensamiento, además, lleva implícito un componente potencialmente muy peligroso. Un sujeto es responsable tan sólo de aquello que puede elegir libremente, y aunque el ser humano sea esencialmente libre, también es cierto que está biológicamente determinado. Ahora bien, si querer es poder el ser humano, que en principio puede quererlo todo, también lo puede todo. Se le hace así responsable de aquellas cosas que no está en su mano querer o no querer, evitar o no evitar, realizar o no realizar. Un enfermo de cáncer que no vence a la enfermedad, así, sería responsable de su propia muerte. Pues no a tenido la suficiente voluntad, no ha luchado lo suficiente, no ha querido realmente curarse del cáncer[1]. Si lo hubiera hecho habría podido salvarse. Incluso Unamuno, que puso toda su voluntad en no morir, que realmente no quería morirse pero al final, como todos, murió, sería responsable, según el pensamiento positivo, de su muerte.
 Hoy en día, como émulo de algunos éxitos en determinadas competiciones deportivas, el “querer es poder” se ha sustituido por el “juntos podemos”. Desde luego, el que un conjunto de sujetos gane un partido de fútbol es un hecho que no puede extrapolarse a una crisis que abarca a toda la sociedad, entre otras cosas porque las relaciones sociales que nos hacen “estar juntos” son las que han provocado la crisis. Así que, o rompemos esas relaciones y ya no “estamos juntos”o la crisis seguirá ahí por mucho empeño que pongamos. El “juntos podemos” lo que hace es desviar la responsabilidad de la crisis y hacerla caer sobre los hombros de toda la sociedad –no salimos de la crisis porque el bombero, el pescadero y el ama de casa no quieren- y alejarla de los verdaderos responsables. Pero es que además, si uno entra en un vagón del metro y echa una mirada a su alrededor, enseguida se dará cuenta de que juntos no vamos ni a la vuelta de la esquina.




[1] .- Es curioso como este exceso de responsabilidad en asuntos que no dependen de la voluntad del ser humano va acompañado de un olvido de la misma en otros aspectos que caen plenamente dentro del campo de su libertad de decisión.

1 comentario:

MERLUCY dijo...

¡¡Jolín!! no puedo estar más de acuerdo... casi me alivia leer lo que escribes, porque muchas veces he defendido esto mismo y me recriminaban ser la típica persona pesimista que siempre ve el vaso medio vacío... Siempre me ha parecido muy pernicioso eso que nos vendieron de pequeños (y siguen vendiendo a los niños) de que querer es poder... Que no, que cada cual tiene sus limitaciones y debe aprender a lidiar con ellas (qué mejor manera que siendo consciente, claro...)y que el vaso no está ni medio lleno, ni medio vacío... está simplemente por la mitad... :D