jueves, 14 de abril de 2011

Abuelitos

 Cuando uno es pequeño sus abuelitos, muy bien intencionados, no paran de decirle que las reglas hay que respetarlas. Que si respetas las reglas todo te irá bien en la vida, serás una persona de provecho, un miembro ejemplar de la sociedad y además te ahorrarás muchos problemas. Más o menos lo mismo es lo que te repiten desde que entras por la puerta de la escuela con tres añitos hasta que sales con dieciocho (algunos con más). Incluso todo el sistema educativo gira en torno a la adquisición de valores fundamentales –es decir, al cumplimiento de las reglas- y hay materias curriculares que nos enseñan a ser buenos ciudadanos y a obedecer las normas. Y para colmo la religión en la que has crecido y te has educado, aunque tú no creas en nada ni maldita la falta que te hace, te ha dicho que si cumples las normas tu sufrimiento en esta vida será sólo una apariencia, porque te espera la recompensa eterna del paraíso. Así que creces haciéndoles caso, estudias y te buscas un trabajo, pagas tus impuestos y tu hipoteca, vas a votar cuando te dicen que tienes que ir a votar y votas a quien te dicen que tienes que votar, todo por el buen funcionamiento de la sociedad y por la propia tranquilidad de tu conciencia. Hasta que un buen día –a algunos les llega antes, a otros más tarde y a la mayoría nunca- te das cuenta de que tu abuelito –con muy buena intención, eso sí- te ha engañado, la escuela te ha timado, la religión te ha estafado y todos los que en general te han insistido en que cumplas las reglas te han tomado el pelo.
 Resulta que tú, que toda tu vida has intentado comportarte como te enseñaron que debías comportarte, te has quedado sin trabajo porque la empresa en la que has dejado media vida ha decidido que para mantener sus beneficios tiene que reducir personal, o prefiere trasladarse a algún país de nombre impronunciable donde la mano de obra le resulte más barata. El banco al que le has pagado más de la mitad de tu sueldo religiosamente cada mes de cada año te embarga y te manda a vivir a una celda porque todavía les debes unos miles de euros –los pisos se han devaluado- y a ellos tu situación les trae sin cuidado: o pagas o pagas. Si has tenido la suerte de que la empresa se ha contentado con bajarte el sueldo y aumentarte el horario, descubres que el dinero que todos los meses te han descontado de tu nómina para pagar tu jubilación ha ido a parar no se sabe bien dónde, y tienes que trabajar más años para cobrar una pensión aún más mísera que la tu abuelito. Que los impuestos que has pagado para tener una educación y una sanidad de calidad se han gastado en abonar comisiones irregulares a contratistas, en mandar soldaditos a guerras donde no se nos ha perdido nada o en los sueldos de los Ministros, los parlamentarios y los cargos de confianza. Y encima eres un delincuente por fumar, que es lo único que te queda siempre y cuando te lo puedas permitir.
 Y mientras, ves que los políticos corruptos viven estupendamente gracias a ti porque los absuelven jueces tan corruptos como ellos. Que los contratistas que se han hecho ricos gracias al dinero público tienen mansiones de cinco plantas en paraísos fiscales; que una pandilla de aristócratas y famosetes de medio pelo, que en su vida han dado un palo al agua ni han pagado un euro de impuestos, se pasean en yates de lujo por Marbella y se ríen de ti porque una panda de mentecatos que se hacen llamar a sí mismos periodistas les sacan por televisión; que unos cuantos tipos ganan en un minuto lo que tú no ganarás en cinco vidas por darle patadas a una pelota y que las pocas personas honradas y honestas que ocupan algún cargo de responsabilidad están o bien arrinconadas o bien exiliadas. Cumplir las reglas, como te dijo tu abuelito -con su mejor intención- no te ha servido para nada y el que no las ha cumplido ni las cumple se da la vida padre y, curiosamente, nadie se mete con él.
 Así que te das cuenta de que lo mejor que puedes hacer es dejar de cumplir unas reglas que han impuesto precisamente aquéllos que no las cumplen y que han hecho lo que han querido porque te han convencido a ti y a otros como tú de que debíais cumplirlas. Te das cuenta de que de nada te sirve ya seguir sustentando el sistema con tu pasividad y tus votos, de que a partir de ahora las normas las pondrás tú y sólo obedecerás las normas que tú hayas puesto. Esto será lo que yo le diga a mis nietos: desobedeced.

1 comentario:

evitadinamitainsaneinthebrain dijo...

Toda la verdad en un simple blog. Vas a ser el nuevo Julian Assange.Es una pena vivir en un mundo donde la verdad sale cara. En fin...Resumiendo, obedece y sé uno más del rebaño, no tengas ideas contrarias, trabaja más, cobra menos, no pienses, no te expreses, cuanto menos sepas mejor,...