martes, 12 de octubre de 2010

Cuando la Fiesta Nacional...

 Yo me quedo en la cama igual. Ahora que andamos todos con las hormonas patrióticas revolucionadas a lo mejor es el momento de calmar los ánimos y aguar la fiesta. Por refrescar un poco la memoria, los orígenes de este evento que hoy celebramos se sitúan en la dictadura franquista –cuando yo era niño recuerdo que se le llamaba “día de la raza”- y quizás para suavizar algo el camino a esa Transición que no supuso ningún tránsito hacia ningún sitio se encumbró a este día con el título de “Fiesta Nacional”. Uno, que siempre ha sido un ingenuo y se ha creído eso de que esto es una democracia, piensa que hubiera sido mucho más acertado declarar la Fiesta Nacional el seis de diciembre, por ejemplo, y conmemorar así la fecha en que salimos de la oscuridad de la tiranía. Pero, o bien por no ofender a los nostálgicos del régimen –que manía con no ofender a quién liquidó a más de media España- o bien porque se sabía que realmente no salíamos de ninguna oscuridad con una Constitución pactada y elaborada por unos señores elegidos a dedo, el caso es que a ninguno de los Padres de la Patria que desde 1978 han sido se le ha ocurrido eliminar esta celebración.
 Dejando esto aparte –que, como tantas cosas en este país es pelearse contra molinos de viento- los fastos de este día concreto -12 de octubre de 2010- resultan especialmente indecentes. Y no porque siempre sea indecente la exhibición de una fuerza militar, sino porque si de lo que se trata es de recortar gastos, ninguna ocasión mejor que ésta para demostrarlo y suspender el paseíto anual de los soldados por el Paseo de la Castellana. Yo no se lo que cuesta el combustible de un avión de caza, de un helicóptero o de un carro de combate que se da un vueltecita por Madrid –despertando, de paso, a los que queremos dormir en este día- sólo para dar gusto al Rey y a los diferentes gobernantes, pero seguro que mucho más de lo que el Gobierno se ha ahorrado recortando el sueldo a los funcionarios. Me parece a mí que si hay que apretarse el cinturón lo tenemos que hacer todos,y no andar presumiendo de austeridad cuando el Estado se gasta una millonada en un desfile anacrónico y una campaña de publicidad engañosa. Porque vamos a dejarnos ya de pamplinas, un Ejército sirve para hacer la guerra y eso de las “misiones de paz” no es más que una perversión del lenguaje y de la realidad.
 Por último, la Fiesta Nacional tiene como objeto exaltar precisamente el espíritu y el orgullo nacionales. Vale que hay personas como yo que de eso tienen muy poco y que en una época como la actual, donde el concepto de Estado-nación ya no existe y nos encontramos inmersos en un mundo global cultural y econonómicamente hablando, estas celebraciones no tienen ningún sentido. Aun así, desde un punto de vista totalmente neutral cabe preguntarse qué clase de espíritu nacional glorificamos hoy. No el que se ensalza en Estados Unidos el 4 de julio o en Francia el 14 del mismo mes, el triunfo de los ideales de la Ilustración, sino más bien todo lo contrario. Para empezar el 12 de octubre es el día de la Virgen de Pilar, aquélla que no quería ser francesa y en cuyo nombre echamos de aquí a pedradas esos mismo ideales que celebran franceses y estadounidenses. El día de la Virgen de Pilar, patrona de España, es decir, una fiesta religiosa –otra caracterización del orgullo patrio español- esa Virgen del Pilar tan tradicional, como tirar a las cabras de los campanarios o torturar a un toro hasta la muerte. Ese es el Espíritu nacional que celebramos en este día y no otro: el de la barbarie y el atraso, el del país de la pandereta, de los “arrieros, lechuzos, tahúres y logreros" de Machado. Bueno, eso, y el espíritu del fútbol, que a larga es lo único que unifica a este país. Así que, como Brassens, “cuando la Fiesta Nacional, yo me quedo en la cama igual, que la música militar, nunca me supo levantar”.

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