jueves, 7 de octubre de 2010

Malas bestias

 Ayer el Senado, con muy buen criterio –aunque fuera político- en mi opinión, decidió no aceptar la propuesta del PP para declarar la fiesta de los toros bien de interés cultural. Insisto, no creo que los excelentísimos Senadores tengan muy claro lo que significa el término “cultural”, pero al menos, por esta vez y aunque les movieran otros intereses, han acertado: a veces uno atina aunque sea sin querer. Parece ser que el señor Pío García Escudero, a la sazón portavoz del PP en el Senado, para defender su postura, afirmó que si él fuera toro de lidia le gustaría morir en la plaza. Desconozco los atributos cornúpetas que don Pío pueda ostentar para realizar tal manifestación. De todas formas él, como cualquiera, es muy libre de elegir la muerte que más le guste. Quizás en su cabeza estaba la matanza de Badajoz, en cuya plaza de toros el fascista Yagüe asesinó a 4000 personas que no tuvieron oportunidad de elegir. En todo caso lo que prefiera el señor Pío es indiferente. Supongo que nadie ha preguntado a los toros si prefieren morir en la plaza o no, que es de lo que se trata aquí, así que el contrafáctico metafórico de este señor no posee ningún valor argumentativo.
 También ayer se supo que un tribunal había condenado a seis meses de cárcel a un energúmeno que mató a un perro arrastrándole 700 metros atado al parachoques de su coche, no se si porque le parecía gracioso o para demostrar lo macho que era. Los seis meses no han sido por matar al perro, no se confundan, sino por hacerlo de una forma especialmente cruel. Es decir, que si le hubiera envenenado, no habría pasado nada. Es de suponer que el bestia este no entenderá nada de lo que está pasando, y pensará que total, lo único que ha hecho ha sido matar a un perro. Y sus familiares y amigos le describirán como una buena persona, amable y simpática y que es una vergüenza que lo encarcelen porque, al fin y al cabo, lo único que ha hecho ha sido matar a un perro. Que nadie se preocupe, porque de todas formas no cumplirá la pena. Es una lástima que el perro no tuviera también una familia y unos amigos que organizaran una demagógica campaña de firmas para pedir el endurecimiento de las penas para los asesinos de perros, pero ya sabemos lo perra que es la vida. Así que este tipejo, que era de Lérida, en las próximas fiestas tradicionales de su pueblo podrá cogerse una buena tajada y atar unas teas encendidas en las astas de un toro, puesto que esa celebración ha sido blindada por el Parlamento catalán, sin que nadie le pregunte al toro si él se lo pasa bien o si quiere ser protagonista de la fiesta.
 El caso de don Pío y el de la sabandija de Lérida tienen algo en común: la catadura moral de todos aquellos que consideran que no pasa nada por hacer sufrir a un animal hasta la muerte. El que no tiene escrúpulos en arrastrar a un perro con el coche tampoco los tiene para matar a su mujer a golpes. Es una demostración de la España profunda y bárbara que algunos quieren mantener apoyándose en una supuesta tradición, y que es protegida por algunos poderes políticos, a los que no les importa nada con tal de conseguir un voto más. Poderes políticos que lo mismo utilizan el sufrimiento de un animal que el de un ser humano, porque su inexistente código moral les dice que Dios creó el mundo para servirles a ellos, para su beneficio o su diversión. Ese código moral cristiano que tanto se empeñan en imponernos a todos. El caso de don Pío y el de la sabandija de Lérida tienen en común la demostración palpable de que vivimos en un país poblado por malas bestias. Y si la única forma de hacer que las malas bestias dejen de serlo es la educación, y tal y como van las cosas en ese campo, entonces cada vez veremos más.

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