jueves, 30 de septiembre de 2010

Desinformando

 La labor de los medios de información es desinformar. Incluso engañar y mentir si con ello responden a los intereses de los grupos de presión económicos y políticos que los mantienen. Pero a veces la desinformación es tan burda, tan chabacana, que se hace necesaria una limpieza de conciencia, al menos para que no nos tomen a todos por tontos. Es el caso de la huelga general que tuvo lugar ayer, cuyo tratamiento informativo exige unas cuantas aclaraciones.
 1.-El hecho de que el Gobierno se niegue a dar cifras del seguimiento de la huelga, renunciando a desmentir las del 70% que ofrecen los sindicatos convocantes, demuestra que la huelga fue todo un éxito. No sólo por el viejo adagio de que quien calla otorga, sino porque si poseyeran datos que desmintieran la información sindical no habrían perdido un minuto en darlos, como no lo hicieron para demostrar el fracaso de la huelga de funcionarios, o como no lo han perdido para decir que ayer en la Administración Pública tan sólo pararon el 7% de los trabajadores
 2.- Cualquiera sabe que el éxito de una huelga general se mide por la paralización de los sectores claves de la economía. Si ayer pararon la industria, la construcción y los transportes –en este caso lo que les permitieron los abusivos servicios mínimos impuestos- la huelga general ha triunfado. El hecho de que el pequeño comercio no hiciera huelga no significa nada, entre otras cosas porque es un sector pequeño-burgués, de actividades familiares y empresarios autónomos en su mayoría, y nadie espera que un empresario, por pequeño que sea, secunde una huelga general. De todas maneras, en este caso no les hubiera venido mal hacerla, habida cuenta de que su sector es uno de los más castigados por la crisis.
 3.- Que los funcionarios no hicieran huelga no es de extrañar teniendo en cuenta que no la hicieron cuando les bajaron los sueldos, como tampoco resulta extraño que no la hiciera el sector educativo. Cualquiera que trabaje en educación sabe que es un cuerpo aburguesado, desclasado, desmovilizado, intelectualmente mediocre y que sólo se mueve por sus mezquinos intereses grupales, eso, cuando lo hace.
 4.- Resulta cínico hablar de piquetes cuando hay trabajadores cuyos contratos precarios les impiden hacer una huelga si quieren seguir manteniéndolos, cuando hay empresas como el Corte Inglés que amenazan a sus empleados con el despido si realizan cualquier clase de paro o cuando se saca a la calle un ejército de policías –en número y en armamento- no se sabe muy bien para qué –porque una huelga general no es una guerra civil y esta no era una huelga revolucionaria, aunque tanto El Mundo como El País, se empeñaran, y se empeñen, en hacernos creer lo contrario- si no es para impedir derechos tan básicos como los de información, reunión y huelga. Ante las tácticas mafiosas de empresarios y Gobierno a los trabajadores no les queda otra opción que organizarse en piquetes para defender esos derechos.
 5.- Si exceptuamos a los trabajadores incluidos en el apartado anterior, cualquiera que ayer fuera a trabajar es un esquirol, que nada y guarda la ropa mientras los demás reclaman unos derechos de los que luego ellos se aprovecharán. Que no se hable del derecho al trabajo cuando hay cinco millones de parados o trabajadores que no cobran sus nóminas. Cuando estos esquiroles acaben despedidos de sus empresas por mor de la reforma laboral que se han negado a rechazar, entonces sabrán lo que es reivindicar el derecho al trabajo. Pero entonces, como decía Brecht, será demasiado tarde.

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