jueves, 2 de septiembre de 2010

Vuelta al cole

 Siempre me ha parecido terrible la publicidad que anuncia la vuelta al cole. Es una manera como otra cualquiera de amargar las vacaciones a unos niños que, un mes antes de tener que volver a sus rutinas invernales, ven como unos grandes almacenes sin escrúpulos se lo recuerdan una y otra vez, y eso tiene que sentar muy mal, por muchos corticoles que les regalen. Aunque también puede verse desde el punto de vista contrario y en este sentido es una forma de anunciar a bombo y platillo a los papás y las mamás que ya les queda poco para verse libres de sus vástagos durante unos cuantos meses, lo que imagino que les estimulará para gastar el dinero que no tienen en los susodichos grandes almacenes con el consiguiente aumento de los beneficios para éstos. Y como la pela es la pela y más en estos tiempos que corren, pues si hay que utilizar algo tan serio como la educación para llenar las faltriqueras se hace y ya está. Ya ha dicho nuestro ínclito Presidente del Gobierno que la economía española está recuperándose gracias al sector privado. Lo que se le olvida decir es que el sector privado sobrevivió gracias al dinero del Estado, ese dinero que tan alegremente regaló a las empresas y que ahora está saliendo de nuestro bolsillo vía bajada de salarios y subida de impuestos. Por cierto, parece ser que la cosa ha resultado y ya se ha recuperado la mitad del déficit público, así que la solución está clara: otra bajadita más para enero y una subidita más del IVA y arreglado el problema, aunque tengamos que comer sopa de San Antonio en aras del “interés general” (el que no sepa lo que es que se lo pregunte a sus abuelos. La sopa, no el interés general, que ese ya sabemos que es el de unos pocos).
 El caso es que empieza de nuevo el cole. Dentro de poco nuestras calles se llenarán de autobuses escolares y los medios de comunicación desplegarán todos sus efectivos para ofrecernos sus tradicionales reportajes de niños llorando a la entrada de los colegios, alguna infanta yendo alegremente con su cartera nueva a su maravilloso centro privado y algún presidente o presidenta de alguna comunidad inaugurando el curso en algún aula de algún centro público al que se le habrán quitado las goteras precipitadamente y con un montón de adolescentes sonrientes a su alrededor -supongo que a los conflictivos los encerrarán en el trastero para que no se noten mucho- Suerte que el curso comienza en septiembre, cuando aún hace calorcito, y el presidente o la presidenta de turno no tiene que acudir al aula elegida para el magno acontecimiento vestido o vestida como si fuera a explorar el Polo Norte, porque en noviembre ya se ha acabado el dinero para calefacción.
 Así que ya está aquí el nuevo curso escolar. Con unos profesores supermotivados a los que se les ha bajado el sueldo y se les han aumentado las horas lectivas. Unos alumnos más motivados aún, que esperan ansiosos que llegue el momento en que puedan volver a hacer lo que han hecho todos los años anteriores, es decir, nada. Y unos padres muy, muy contentos que por fin se van a librar de sus hijos (hijos que, recordemos, han parido ellos porque han querido) y los van a poder colocar en la guardería de turno, aunque para ello tengan que gastarse unos cuantos euros más que el curso pasado. Y es que es tan bonita la vuelta al cole.

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