Además de los anuncios sentimentales en
TV y los debates monologados, en las campañas electorales serían convenientes,
si no obligatorias, las lecciones de historia, al menos desde el siglo XVII en
adelante, la época moderna, nuestra época –aunque algunos no se lo crean-. Así,
entre otras muchas cosas, se podrían desvanecer todas las apariencias y se desvelarían
muchos velos: se vería que lo que parece nuevo es más bien antiguo; se vería
que lo que parece una cosa es en realidad su contraria o se vería que lo que se
puede hacer ya se hizo y lo que se puede ya fue y se extinguió porque la
realidad de lo posible resulta probemática cuando se hace real. Nos
ahorraríamos así tiempo y dinero, amén de disgustos.
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