Propongo que se sustituyan las campañas
electorales y las propias elecciones por una gran subasta pública donde los
ciudadanos vendan su voto a aquel candidato que en más alto grado colme sus
deseos. Quizás no sería tan democrático como lo que hay ahora –o quizás sí,
quién sabe, o quizás sea lo mismo- pero desde luego sería más honesto.
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