Se culpabiliza a la víctima y se victimiza
al verdugo. Se transforma al culpable en inocente arrebatándole a éste no solo
su vida, sino también su papel: su inocencia. La víctima es culpable por ser
occidental, por ser francés, por ser homosexual, por ser judío. Es culpable por
no denunciar al imperialismo y al capitalismo. Es culpable por no indignarse
ante la desigualdad y la injusticia. Es culpable por llevar minifalda. Y la
única condena moral posible al único acto auténticamente inmoral se encuentra
siempre con la objeción de aquéllos que se sitúan en la cómoda superioridad que
dan las consignas trasnochadas. Hasta que ellos también sean culpables. Hasta
que se conviertan en víctimas.
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